Ricardo Salgado
02/enero/2012
No nos son extraños los acontecimientos en
Siria, Irán, Rusia o China; la información que circula en la red sobre la conclusión
de chinos y rusos sobre la vía militar como la única forma de frenar la
voracidad de la maquinaria guerrerista de los países capitalistas en crisis
aporta un nuevo factor, quizá decisivo, al mapa de correlación de fuerzas en el
mundo. La inminente invasión a Siria, fácil de prever hace solo seis meses, hoy
contiene elementos que podría evitar esta nueva atrocidad contra la humanidad,
o elevar las tensiones a niveles peligrosos.
Mientras eso sucede, España, Italia y Grecia
han sido puestos a disposición del Fondo Monetario Internacional; Mario Monti y
Mariano Rajoy, en una negación de absurda de los hechos han adoptado medidas
que ya han fracasado, y que, de hecho, han llevado a sus países por la vía del
desastre. Irónicamente, los Estados Unidos en sus crisis y descalabros económicos
no permite la participación del FMI, acaso porque sabe lo letal que puede ser
esta medicina. En todo caso, la crisis capitalista se profundiza, lo que no
significa necesariamente el colapso del sistema, el que lucha incesantemente en
recrear sus condiciones de existencia.
Los países latinoamericanos han podido
sortear, en su mayoría esta crisis sistémica durante 2011, pero los desempeños
de sus economías se verán afectados en 2012 por la inestabilidad del dólar y
del Euro, así como por la volatilidad en los precios de los carburantes. Si nos
atenemos a las evidencias, la integración de nuestros países ha traído consigo
la posibilidad de sortear mejor las dificultades de la crisis, resaltando el
papel importante que tienen iniciativas como Petrocaribe, el ALBA y las misma
UNASUR; esto porque, a pesar de las dificultades de la economía, la tendencia a
reducir las brechas de desigualdad neoliberales, permite mayor capacidad de operación
a los gobiernos de la región frente a la turbulencia financiera mundial.
Ahora bien, nuestros países más pequeños
presentan realidades disimiles, algunos se mantienen alejados del FMI lo que
resulta en mayor soberanía en la toma de decisiones sobre asuntos cruciales,
mientras otros, como Honduras, se rigen bajo los “acuerdos” (entiéndase mandatos)
del Fondo Monetario Internacional, y se conforma con cumplir con las metas que
este demanda. Aquí debemos ser muy precisos, las medidas que viene d este
organismos buscan reducir la actividad del Estado y su influencia sobre la
actividad económica de los países, asumiendo la falacia de que el Estado es
corrupto y mal administrador, omitiendo por completo que quien paga las coimas,
hace las componendas, compra magistrados y fiscales, y recluta generales para que den Golpes de
Estado son las elites económicas, las que siguen sin ningún tipo de regulación,
a las que se beneficia con mayores prebendas,
jugosos negocios y hasta se les condonan deudas. El eje central de la corrupción
y la ineficiencia del Estado es históricamente el dinero de los acaudalados
empresarios, eso hoy es un axioma.
Según la CEPAL, Honduras tendrá un crecimiento
de 3.2% en 2012, cifra que para la población no significa nada, y para el
gobierno apenas una cifra modesta que, de concretarse, le permitiría mantener
el nivel de atraso en el que ahora vive. No podemos olvidar que el caso
hondureño es particular después del golpe de Estado de junio de 2009, y es importante
comprender dos cosas muy importantes al respecto: a) El impacto económico directo
de la crisis lo han recibido el Estado y el pueblo hondureño, que ahora está a
campo abierto frente a las medidas neoliberales, sin acceso a programas de reducción
de la desigualdad (claro este no es un propósito del sistema, al contrario); y
b) Los mayores beneficiarios del mismo golpe de Estado han sido las clases
dominantes del país; la actividad bancaria fundamentalmente, cuyo cliente
principal es el Estado de Honduras, es decir el que le paga mejores réditos por
su dinero.
La deuda externa del país ha crecido
nuevamente por encima de los dos mil millones de dólares, según voceros de
FOSDEH, haciendo olvidar la condonación de que se jactaron durante la administración
Maduro, quien llego a hacer un cínico llamado a gastar dinero que no existía,
sino que, simplemente, dejaríamos de pagar, cuyo servicio era un dolor de cabeza
permanente para los gobiernos hondureños. La deuda interna cerca de tres mil
doscientos millones de dólares, llega a la nada despreciable suma de sesenta
mil ochocientos millones de lempiras, casi la mitad de todo el presupuesto
aprobado para el 2012.
El pago de las obligaciones de esta deuda
significará hasta el 30% del presupuesto aprobado por el congreso nacional, es
decir cuarenta y tres mil doscientos millones de lempiras, o, el equivalente a SIETE
MILLONES OCHOCIENTOS CINCUENTA Y CUATRO MIL QUINIENTOS CUARENTA Y CINCO
SALARIOS MINIMOS (calculados a 5,500 lempiras), o el salario por un año,
incluidos 14 pagos, de medio millón de trabajadores. Esa es la dimensión desproporcionada
que tiene que enfrentar el Estado de Honduras para pagar a sus acreedores
locales; aproximadamente la mitad, según cifras brindadas por el mismo gobierno
en julio de 2011, ira a parar a las arcas de la banca privada, que hoy es un
negocio bastante “prospero” en medio de un país al borde de la quiebra.
Naturalmente, esta situación se traducirá en
una drástica reducción en el gasto social, y, si el gobierno sigue la lógica de
la mal llamada “disciplina fiscal”, la calidad de vida de los hondureños se verá
drásticamente reducida en el año que recién comenzamos. Importante aquí mencionar
los datos arrojados por la última encuesta de hogares del Instituto Nacional de
Estadística que indica que de poco más de 8 millones habitantes en el país,
casi cinco millones y medio somos pobres, cifra que seguramente aumentara en un
año en el que, a menos que se tomen medidas extraordinarias y soberanas, el país
se enfrentara a una crisis que aun en este momento es impensable.
Las reservas internacionales han caído durante
los últimos 6 meses, y para diciembre último se estima que su valor era insuficiente
para cubrir 3 meses de importaciones. Esta situación servirá para acelerar,
entre otros males, el deslizamiento de la moneda, que ya era evidente para
finales del 2011, lo que contradice abiertamente la afirmación de la Presidenta
del Banco Central de que la medida de regreso a la banda cambiaria apoyaría una
revaloración de la moneda.
El problema sistémico es serio en Honduras, y
solo un cambio drástico, con algunas medidas inmediatas que harían posible el
escape a una debacle. Primero que nada, habría que hacer una evaluación de la
utilidad que tienen para el país algunos organismos, por ejemplo la Comisión
Nacional de Banca y Seguros que debería desaparecer y regresar el control de la
actividad bancaria al Banco Central de Honduras, visto que esta Comisión sirve descaradamente
los intereses de los Bancos, en detrimento del pueblo de hondureño. Asimismo, debería
prohibirse de inmediato la operación de los llamados Buros de Crédito, o
Centrales de riesgo privadas que cumplen una labor de sabotaje contra la población,
que está a merced del cruce de información entre empresas violando la
privacidad de los ciudadanos y cortando las opciones de impulso a la inversión productiva.
Es tiempo también de repensar la estructura
impositiva, pues la misma premia la renta de los que más obtienen y castiga de
mil maneras al ingreso asalariado. Las instituciones financieras, para el caso,
deberían tener un régimen tributario especial, que grave su renta de acuerdo a
su dimensión en referencia a la inversión que hacen en el sector productivo. A
mayor inversión y riesgo, mejores las condiciones para los entes financieros.
Debe contemplarse en la agenda legislativa el castigo ejemplar de aquellos que
cometen actos dolosos, con penas carcelarias contra quienes hacen favores a
cambio de regalos, coimas u otro tipo de sobornos, y castigar con el doble de
tiempo a quienes pagan por esos “favores”; en cualquier caso, estas penas por
fraude contra el Estado, y contra el pueblo, no deberían ser menores de 30 años
de cárcel para quienes reciben y sesenta años de cárcel para quienes las pagan.
Aun no entramos en cambios estructurales, pero
buscamos la revitalización de la economía y la construcción de un sistema económico
interno sano y transparente de verdad. Otro problema inherente a la situación interna
de la economía es el impuesto sobre ventas que castiga a las mayorías (basta
hacer una operación aritmética para saber quiénes pagan más por este impuesto);
por esta razón este impuesto debe reducirse selectivamente a productos de alto
consumo entre la mayoría de la población, y recalcularse en productos
suntuarios. Estas no son ideas originales ni mucho menos, son el resultado de
un vistazo a la situación económica nacional, y seguramente figuran en la mente
de muchos hondureños que comparten estas preocupaciones.
El asunto hoy es tomar en serio la situación económica
del país, en medio de un entorno complejo y hostil a las posibilidades
limitadas de una nación pequeña y dependiente. No podemos seguirnos preocupando
porque se van los Cuerpos de Paz (de dudosa trayectoria en todo el mundo)
mientras somos indiferentes a un problema que se torna cada vez más inmanejable
para todos.
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