Elecciones en la Universidad
Por: Aníbal Delgado Fiallos
Cuando se planteó la participación de los estudiantes en el
gobierno de su alma máter en 1958 no faltaron las voces que señalaban
como un despropósito que los estudiantes fuéramos parte del gobierno de
la institución que nos formaba.
El argumento central era que no estábamos capacitados para
semejante responsabilidad o que llegaríamos a presionar en los
organismos directivos por privilegios académicos o administrativos; si
esto ocurrió fue muchos años después
.
La realidad en aquel momento fue otra: los representantes
estudiantiles no sólo fuimos el factor más dinámico en la generación de
procesos profundos de reforma; exhibimos además ecuanimidad, y jamás
nadie demandó prerrogativas o favores especiales.
Pero el sistema para seleccionar los representantes
estudiantiles pronto hizo crisis, fue deformado de tal manera que años
después las elecciones universitarias se convirtieron en un evento copia
al carbón de “las elecciones estilo Honduras”; el dinero de procedencia
ignorada corría a raudales para pagar una carísima propaganda tan
masiva y penetrante como la de los partidos tradicionales, y un quehacer
cargado de cinismo cubrió de vergüenza la institución.
Este tipo de propaganda fue aparejada con el fraude y la
imposición, y así la designación de autoridades y composición de los
organismos de gobierno y la misma Universidad aparecieron dominadas por
la tendencia que propiciaba el antidemocrático proceso.
El sistema electoral de los estudiantes que abrió las puertas
para el control de los procesos comiciales por las agrupaciones mejor
financiadas, y con mayor capacidad de propaganda sólo sirvió para
estancar la Universidad y atropellar los principios democráticos.
El reglamento bajo el cual se llevarían a cabo las elecciones
el martes pasado, un parto de los montes, reproduce en lo esencial el
viejo sistema, y es casi un calco al régimen electoral de los partidos
tradicionales; el resultado de su aplicación sería entrampar las juntas
directivas de las facultades, el Consejo Universitario y las mismas
autoridades, en los propósitos de las fuerzas que pretenden seguir
controlando el contenido y rumbo de la educación superior.
Bien se ha hecho en posponer para marzo este proceso, mientras
tanto se puede ir pensando en nuevas formas electorales que propicien
la democracia directa en cada asociación de estudiantes y la
participación de todos; impidan la influencia determinante del factor
dinero y la intervención de los políticos y, sobre todo, que permitan
que la Universidad tome nuevos caminos.
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