jueves, 17 de noviembre de 2011

Elecciones en la Universidad


Elecciones en la Universidad

 Por: Aníbal Delgado Fiallos
     Cuando se planteó la participación de los estudiantes en el gobierno de su alma máter en 1958 no faltaron las voces que señalaban como un despropósito que los estudiantes fuéramos parte del  gobierno de la institución que nos formaba.
     El argumento central era que no estábamos capacitados para semejante responsabilidad o que llegaríamos a presionar en los organismos directivos por privilegios académicos o administrativos; si esto ocurrió fue muchos años después
.
     La realidad en aquel momento fue otra: los representantes estudiantiles no sólo fuimos el factor más dinámico en la generación de procesos profundos de reforma; exhibimos además ecuanimidad, y jamás nadie demandó prerrogativas o favores especiales.
     Pero el sistema para seleccionar los representantes estudiantiles pronto hizo crisis, fue deformado de tal manera que años después las elecciones universitarias se convirtieron en un evento copia al carbón de “las elecciones estilo Honduras”; el dinero de procedencia ignorada corría a raudales para pagar una carísima propaganda  tan masiva y penetrante como la de los partidos tradicionales, y un quehacer cargado de cinismo   cubrió de vergüenza la institución.
     Este tipo de propaganda fue aparejada con el fraude y la imposición, y así  la designación de autoridades y composición de los organismos de gobierno y la misma Universidad aparecieron dominadas por la tendencia que propiciaba el antidemocrático proceso. 
     El sistema electoral de los estudiantes que abrió las puertas para el control de los procesos comiciales por las agrupaciones mejor financiadas, y con mayor capacidad de propaganda sólo sirvió para estancar la Universidad y atropellar los principios democráticos. 
     El reglamento bajo el cual se llevarían a cabo las elecciones el martes pasado, un parto de los montes, reproduce en lo esencial el viejo sistema, y es casi un calco al régimen electoral de los partidos tradicionales; el resultado de su aplicación sería entrampar las juntas directivas de las facultades, el Consejo Universitario y las mismas autoridades, en los propósitos de las fuerzas que pretenden seguir controlando el contenido y rumbo de la educación superior. 
     Bien se ha hecho en posponer para marzo este proceso, mientras tanto se puede ir pensando en nuevas formas electorales que propicien la democracia directa en cada asociación de estudiantes y la participación de todos; impidan la influencia determinante del factor dinero y la intervención de los políticos y, sobre todo, que permitan que la Universidad tome nuevos caminos.

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