Julio Herrera (Desde Montreal, Canadá. Especial para ARGENPRESS CULTURAL)
Fundar
la libertad es el deber de la virtud; conquistarla es el deber del
heroísmo. Cuando en el corazón de un hombre residen por igual la virtud y
el heroísmo, ése es el libertador de pueblos, el revolucionario. ¿Por
qué la naturaleza es tan avara que casi nunca le da la virtud al héroe y
el heroísmo al hombre virtuoso?
El
mundo se conmueve fácilmente por los mártires del bien, pero se muestra
indiferente u hostil ante los mártires del mal. Pero, ¿cuáles son en
realidad los verdaderos mártires: los mercenarios del Estado opresor que
reprime a los rebeldes, o los rebeldes que luchan contra el Estado
opresor?
Triste
destino el de un soldado del imperio colonialista que muere por un ideal
que no es el suyo, y su ideal mercenario muere con él, y todo habrá
terminado para él. No así el combatiente revolucionario: cuando él ha
entrado en el sepulcro su ideal sale de éste y brilla como una antorcha y
gana las batallas póstumas sobre las tinieblas iluminándolas. Las
caravanas de oprimidos se orientan al resplandor de esa antorcha, ¡y
hasta el cielo mismo se siente iluminado por su luz! ¡...su luz, que ha
de ser eterna mientras existan caravanas de oprimidos en el mundo!
El
gran sueño de una conciencia revolucionaria es hacer la humanidad a su
propia imagen, y su gran orgullo es no haberse dejado hacer a la imagen
de ella.
Un faro no
exige a los buques que le hagan salvas de gratitud: se conforma con
iluminar su ruta y salvarlos del naufragio. La misma benevolencia
desinteresada abrigan los revolucionarios con los pueblos que
orientan... y que salvan.
Un
revolucionario que lucha sólo por su patria no es un revolucionario: es
un patriota. Circunscribir un revolucionario a un país es como encerrar
en una celda a un atleta hiperactivo. La patria de un revolucionario es
el mundo, puesto que la grandeza de su conciencia social rompe todas
las fronteras. Su conciencia es universal.
Un
revolucionario auténtico no sufre tanto por la represión a sus ideales
como por su íntima fidelidad a ellos, y jamás se arrepiente de esa
fidelidad: a ellos ha dedicado su vida, y jamás les pide cuenta de lo
que ésa vida ha sido a causa de ellos.
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